Una vez de chiquita, me dijeron que no había refugios para humanos. Crecí en esa mentira, hasta que un día, algo cambió(nunca supe qué, precisamente) y me dí cuenta de lo equivocada que estaba esa persona. Lo que pasa--y por lo que no culpo a la persona por su desconocimiento-- es que los refugios están escondidos y van cambiando de lugar y de forma con el paso de los años. Para que se te aparezca un refugio hay que tener una llave: un corazón roto. Con la mente también aplica, pero es más difícil que se rompa. El corazón siempre sufre más. No es necesario tenerlo partido en mil pedazos para poder entrar a un refugio, con tenerlo un poquito rayado, y en busca de curitas, la puerta aparecerá sola. Es literalmente magia, o quizás una ilusión de la infancia. Cuando era chiquita me refugiaba en dos lugares: el abuelo, la familia cercana; y si ésta no escuchaba(o yo no quería escucharla), me iba a un rinconcito en el living y me ponía a jugar. Jugaba desde a la escuela, hasta inventar obras...
¡Hola! Soy Marti Bonino ;) Te invito a que leas mis textos y me dejes tus comentarios. ¡Gracias por estar acá!