De noche, entre los huequitos de la persiana, veo algo moverse inquieta entre las sábanas. Me propongo entrar, y como si pudiese romper las leyes de la física, entro a esa habitación oscura. Hay dos camas, un ropero blanco con un televisor. Y un escritorio con unos papeles y muchos lápices de colores. ¡Que pequeño era todo! Sentía que todo lo que estaba ahí en un momento había sido enorme. Contra la pared fucsia que yace en la habitación, sigue estando constante ese movimiento. Oigo una respiración agitada. El viento hace que el jazmín de la entrada choque con la ventana que está en la pieza. Me acerco un poco más a aquel extraño movimiento, me muevo flotando, sin siquiera tener una forma definida. Como una sombra. El movimiento cesa. Despacito de debajo de la cobija rosada, se asoma una cabecita, con ojos muy abierto, y dos trenzitas. Me mira. La miro. Frunce el ceño. Giro un poco la cabeza. Sus ojos se mueven con inquietud, noto que está asustada. Casi que puedo s...
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