Desperté y salí a caminar, sentía que olvidaba algo. Al rato me distraje pensando lo hermosa que era ella, con sus cabellos castaños, y la piel tan blanca como las nubes. Pero tenía algo raro: siempre usaba botones rojos. No le pregunté, prefería desabrochárselos antes que pasar tiempo discutiendo sobre los absurdos botones. Su habitación era muy blanca, con luces blancas, sábanas blancas, todo blanco. Puede parecer abrumador, pero era lo más relajante del mundo. Tenía una ventana, con una cortina a juego con toda la habitación. Vivía en un edificio tan pero tan alto, que hasta sentía que estaba a la altura de las nubes cuando miraba por su balcón. Era una habitación simple, la cama dispuesta en el centro, ¿ya dije que era toda blanca? Tenía una mesita de luz al lado, con los bordes redondeados y no puntiagudos, porque cuando era chiquita dijo que se golpeó la frente con un borde triangular y se cortó la frente. Pasábamos unas horas en la habitación, y después yo volvía camin...