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Mostrando entradas de octubre, 2022

Oráculo perdido

  Un hueco más había en la agenda. Siempre hay huecos, pero quizás no tantas horas en el día… Me dijeron que duerma más, pero las ojeras siempre se pueden tapar. Me dijeron que piense menos, así que arranqué otra actividad. Y hoy estoy acá, con la agenda al rojo vivo. Pero me encanta. Me entusiasma. Entusiasmo, qué linda palabra. Creo que el entusiasmo fue lo que me bautizó al nacer, las ganas de siempre hacer algo más ofreciendo el corazón para alegrar a alguien más. Entusiasmo. Mi oráculo tal vez está cansado de escucharme. Mi oráculo seguro que no es Delfos, me gusta el Sol, pero no tanto; no te enojes Apolo, pero siempre preferí a tu hermana Artemisa; su empoderamiento, su valentía, ella, la Luna. Oráculo, no sé si sos Artemisa o Atenea, capaz que de a ratos sos Hera. No sé dónde estás, no sé dónde buscarte. ¿En mi collar de mariposa o quizás en el aire? Oráculo guíame, que con entusiasmo no duermo más horas y no sé si disfruto todo lo que hago. Oráculo, ¿dónde está...

Oráculo

  Sentada en silencio, sólo se escuchaba el bullicio del día, lluvioso, como el día que nací; o al menos así me contaron. Estaba oscuro por los cumulonimbos que tapaban el cielo. Tenía mis estrellitas prendidas, las que cuelgan sobre la pared. Sentada con las piernas estiradas en la cama y una almohada en la espalda, cerré los ojos. Estaba sola en casa, así que podía poner la música clásica tan fuerte como quisiera. Y también podía hablar sola como me encanta hacer, por supuesto. Entonces solté la pregunta. --¿Qué debo hacer?— Silencio absoluto, hasta parecía que había dejado de llover de repente. Qué miedo, pensé, pero no abrí los ojos. Agua, veía agua, mucha agua. Pero no me inundaba o ahogaba, estaba ahí, en calma. Me contagio de esa paz, y entonces comencé a escuchar la respuesta. --Primero conéctate con tu alrededor—me dijo. Se consciente de tu accionar, no tienes por qué siempre buscar aportar un granito de arena, ya hay muchos desiertos; no te conviertas tú también...

El tren

Trenes, ruido, gente; bastante gente. Algunos leen, otros duermen. Pocos hablan y muchos piensan. Alguna señora sola se sienta al lado de un joven a contarle cómo se peleó con el marido trece años atrás. Un universitario mueve la pierna izquierda de arriba para abajo si parar y recorre el apunte con la vista mientras se agarra la cabeza, ha de estar estresado. Reflexiono sobre la historia del tren, creo que es el objeto que más experiencia tiene. Es el que más sabe, el que más sintió y observó. Fue la máquina revolucionaria, fue confundida con horrores y dragones. Ojos ambarinos, ruidos molestos, parece que siempre juega una carrera contra el tiempo. El tren fue lugar para el fin de muchos, fue lugar de encuentro para otros, y quizás de olvido para dos o tres. El tren une, pero también separa. Separó al hijo de la madre porque se tenía que ir a trabajar a otro lugar, separó a la esposa de los hijos porque no había tanta comida para alimentar tantas bocas y había que probar suer...

Los héroes no existen...

 Los héroes no existen. Creemos que sí, pero, ¿qué sería de un mundo sin héroes? ¿se podría vivir de la figura perfecta que parece que tiene una caja de fuerza para usarlas cuando es necesario? Probablemente sin héroes, caminaríamos por la vereda con la vista perdida, sin voltearnos a cada rato cuando alguien pasa por nuestro lado. En un mundo sin héroes no habría villanos, sólo personas que hacen cosas que alguien con capa y más fuerza piensa que son malas. En un mundo sin héroes las sombras dominarían el corazón, o al menos por un ratito. En un mundo sin héroes, las capas estarían en venta, pues no representarían nada. Retomo mi teoría: que no existen los héroes. Porque ni el mejor intérprete de Superman, puede serlo. ¿Por qué? porque el héroe es un antihéroe... No existe la figura del héroe pues no existe la perfección. Hasta el más héroe del mundo es un antihéroe. Que oculta bajo su capa la sombra del sentimiento quemado que hace doler al corazón, el vació. Los héroes no existe...

Leyenda de un tren

Detrás de la estación Belgrano, acá en Santa Fe, donde los mosquitos se arrebatan casi toda la sangre y el cielo salpica hermosura, llegaban los caballos. Unos caballos marrones, que hacían siempre el mismo recorrido. Se cansaban mucho, pero se conocían casi toda la húmeda ciudad. Al principio, los caballos eran tratados como dioses, los alimentaban y cuidaban; hasta que—vaya uno a saber por qué—dejaron de cuidarlos. Ellos sabían que nosotros los necesitábamos para trasportarnos, para unir corazones, o entregar cartas. Pero igual que todos, los caballos también se cansan. Aguantaron y aguantaron, se las arreglaban para vivir. Sin embargo un día no tan gris de 1908, donde hoy está la Estación Belgrano, un caballo no llegó. Como señal de enojo y cansancio, los caballos suspiraron. Con su suspiro, el tren que venía desde Tucumán, llegó a la ciudad inundando el cielo de un largo y sonoro suspiro gris que cambiaría el recorrido y los corazones de las personas por siempre… Hoy lo cab...

Querida Pasión...

"Querida Pasión:                                   Qué lindo fue descubrirte. Aunque no sé si te encontré, o si siempre estuviste ahí, y a mí sólo me faltaba buscarte un significado en el diccionario.                                     Te escribo para identificarte en algunos aspectos de mi vida; ya escribiéndote te darás cuenta que la escritura me apasiona. Pero, ¿qué más? Quizás aprender y escuchar. Leer también me gusta mucho. Pero esas son las pasiones de siempre, ¿qué hay de las más recientes? Seguro ya sabes en qué estoy pensando, después de todo, siempre te gustó estar ahí: en la Historia. Pero no cualquier historia, sino que en la de Ana. Ana Frank, la niña judía que escribía desde la esperanza en los tiempos más crueles de la humanidad. Me apasiona trasmitir su legado. ...