Un hueco más había en la agenda. Siempre hay huecos, pero quizás no tantas horas en el día…
Me dijeron que duerma más, pero las ojeras
siempre se pueden tapar. Me dijeron que piense menos, así que arranqué otra
actividad.
Y hoy estoy acá, con la agenda al rojo vivo.
Pero me encanta. Me entusiasma. Entusiasmo, qué linda palabra.
Creo que el entusiasmo fue lo que me bautizó al
nacer, las ganas de siempre hacer algo más ofreciendo el corazón para alegrar a
alguien más. Entusiasmo. Mi oráculo tal vez está cansado de escucharme.
Mi oráculo seguro que no es Delfos, me gusta el
Sol, pero no tanto; no te enojes Apolo, pero siempre preferí a tu hermana
Artemisa; su empoderamiento, su valentía, ella, la Luna.
Oráculo, no sé si sos Artemisa o Atenea, capaz
que de a ratos sos Hera. No sé dónde estás, no sé dónde buscarte. ¿En mi collar
de mariposa o quizás en el aire?
Oráculo guíame, que con entusiasmo no duermo
más horas y no sé si disfruto todo lo que hago. Oráculo, ¿dónde estás? Ayudame.
Oráculo, te busqué en la almohada pero sólo
aparecieron lágrimas, ¿habrá sido una señal? Oráculo, te busqué en el papel y
ahí pareciste asomar, pero no, eso es sólo una vía de escape.
Oráculo, tampoco estas en libros, ni en las
calles. ¿Existís realmente?
Respiré. Estaba agitada. ¿Por qué? Si solo
estaba sentada, mirando la ventana de noche, con la luna llena en el ángulo
perfecto para que pudiera admirarla. Sentía que tenía que estar más cerca, no
de la luna, de ella. ¿Pero de quién? ¿Quién es ella?
Hice algo que jamás pensaría que haría. Salí al
patio descalza, las estrellas sobre mi cabeza intentaban decirme algo. Me
acosté en el pasto, dejé que abrazara cada parte de mi cuerpo. Una melodía sonaba
a lo lejos, no recuerdo la letra, pues no la tenía. Mi canción favorita, Experience,
de Einaudi. Empecé a marcar el pulso con el dedo sobre la tierra.
Un flash de recuerdos se atravesaron mi ser. Ese
primer texto, esa mariposa, esa charla, ese beso, ese abrazo, esa prueba y esa
competencia. Las charlas con los profes, que me decían que tenía que parar; lo
que me dijo mi amigo que tanto estrés me iba a matar, lo que Ema me dijo de que
tenía que descansar. Y el pájaro que me dijo que me odiaba de la nada y que me
hizo tantas lágrimas derramar. Las experiencias que vi, las veces que recé, los
libros que consulté en una noche de desvelo para ver si volvía el sueño.
Me percaté con la brisa que siempre me acompaña,
que parece estar en el momento perfecto; que no había perdido a mi oráculo,
pues siempre está conmigo. El oráculo soy yo. Yo soy mi oráculo, y elijo qué
decirme y qué hacer que mis oídos ignoren. Porque siendo yo mi oráculo, sé que
llegaré al lugar indicado.
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