Trenes, ruido, gente; bastante gente. Algunos leen, otros duermen. Pocos hablan y muchos piensan.
Alguna señora sola se sienta al lado de un joven
a contarle cómo se peleó con el marido trece años atrás.
Un universitario mueve la pierna izquierda de
arriba para abajo si parar y recorre el apunte con la vista mientras se agarra
la cabeza, ha de estar estresado.
Reflexiono sobre la historia del tren, creo que
es el objeto que más experiencia tiene. Es el que más sabe, el que más sintió y
observó. Fue la máquina revolucionaria, fue confundida con horrores y dragones.
Ojos ambarinos, ruidos molestos, parece que siempre juega una carrera contra el
tiempo.
El tren fue lugar para el fin de muchos, fue lugar
de encuentro para otros, y quizás de olvido para dos o tres. El tren une, pero
también separa. Separó al hijo de la madre porque se tenía que ir a trabajar a
otro lugar, separó a la esposa de los hijos porque no había tanta comida para
alimentar tantas bocas y había que probar suerte en otro lugar, separó corazones
y familias.
Fue mecanismo de trasporte durante mucho tiempo.
Tren es sinónimo de revolución. Revolución Industrial, francesa, ¿les suena? ¿O
no llegaron a leer ese apunte en el tren?
El tren fue juguete esperado en navidad por los
más pequeños, y fue lágrimas de separación para quienes ya llevan un poco más de recorrido.
El tren fue quien hubiera hecho que Romeo y
Julieta escaparan exitosamente para una vida llena de pasión y amor; el tren
marcó generaciones enteras, y lo sigue haciendo.
El tren se convirtió en hogar y hospital, en
lugar de emoción y besos. Era un lugar perfecto para leer el diario u observar
por la ventana todo lo que pasaba.
El tren es, fue y será, lo que nos traerá recuerdos
de todo lo que se transitó sobre sus vías…
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