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Ahogarse(?)

"Estaba remando de regreso cuando empecé a despertar. Primero desaparecieron los remos. Luego la sensación de movimiento. Por último el bote. Abrí los ojos justo antes de caerme al agua", Y me ahogué.

Me ahogué en mis pensamientos, me ahogué en mi propio mar de ideas. Me ahogué y no renací, pues desde el fondo del mar sabía que no iba a salir. Aunque estaban aquellos que me gritaban desde la orilla que sí, que iba a poder salir. Pero es fácil no ahogarse cuando uno sabe nadar; pero nadie nunca me enseñó a mí--y tampoco lo aprendí-- a nadar en las aguas de una mente inquita e imperfecta, directamente me decían que "no era necesario" pues mis emociones no debían de importar, debía secarme las lágrimas y salir con una sonrisa para no preocupar a los demás, ya que yo no sabía si ellos sabían o no nadar...


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La vela

El verano trae algo mágico de lo que pocos hablan: los cortes de luz provocados por las tormentas que aflojan el calor. Sé que no se comprende lo mágico de un suceso que parece ser tan trágico en el día a día ya que nos hace desconectarnos de los alrededores para estar ahí, en silencio, en casa. Quizás por eso incomoda tanto. El otro día me cortaron la luz. Mientras me bañaba observando la llama de la vela que bailaba al ritmo de los movimientos del viento; me percaté que las personas somos como el fuego. Y no lo digo al estilo Galeano. Y es que, parecemos estar firmes, pero ante los primeros soplidos amagamos a apagarnos. Pero pocas veces transciende el amague porque volvemos en esa velita a ponernos firmes para luchar contra cualquier ráfaga. Trasladar una vela de una habitación es un arte cuidadoso, como temiendo que si se apagara, no podríamos jamás volver a encenderla. ¿Cómo nos trasladamos a nosotros mismos? ¿podemos volver a encendernos? La tormenta responsable del cor...

VerSoS

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Chocolatada y plastilina

Miré la foto y me reconocí. Era claro que se trataba de mí. Pero era una yo distorsionada, despeinada y sonriente. ¿Qué día habría sido? ¿Era en el jardín? ¿Quiénes eran esas personitas que me rodeaban? ¿Se trataba verdaderamente de mí? Seguí deslizando mi dedo por la galería. Movía los ojos rápidamente tratando de reconocer todos esos detalles que me eran tan ajenos. ¿A qué olía? Chocolatada y plastililina. Era un lugar colorido y si buscabas en los rincones se atisbaba algo de magia. Sí, definitivamente era el jardín. Seguí intentando reconstruir esos días de siestas y juegos. Pero en vano fue mi esfuerzo. ¿Será porque la mente guarda en lo más profundo de su ser esas sensaciones tan placenteras porque sabe que nunca podrá volver a experimentar algo así? Recordarlo y no poder recrearlo sería doloroso... Le presto más atención a esa niña que aseguro ser yo. Tiene ojos muy grandes que se entrenan para ver a través de las personas.  Tiene unos dedos largos, que practican agarrar los...

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La gente común guarda los secretos en la garganta. Los anuda. Los tensa cuando alguien comienza a intentar desenmarañarlos. Pero mi amiga, los guarda más adentro. Ni su mamá fue capaz de entender por completo lo que padeció aquella noche. Fuimos al boliche, casi nunca íbamos, pero esa noche una fresca revolucionaria nos impulsó a no quedarnos acobijadas bajo el aire acondicionado. A las 4 se desvirtuó todo. Perdí a mi amiga de vista, pero supuse que era algo común, habrá ido al baño, pensé. La imagen de Camila haciendo contacto visual conmigo minutos antes no la borraría jamás de mi mente. // Semidesnuda inconsciente al costado del boliche. Ahí la encontré con el patova que me ayudó a buscarla. // Camila no guarda el secreto de su violación en la garganta. El útero no sirve solo para concebir vidas, sirve también para guardar secretos.   Hay muchas Camilas ahí fuera que, como mi amiga, deben vivir con el temor de cruzarse a su agresor en el supermercado, e...

Lo que no me animé a decir

En mi panorama, solo tengo ojos para vos. Te acaricio el pelo con ternura y te digo que estés tranquilo, que sí vas a poder. Que no tengas miedo, que acá te estamos esperando con un abrazo y el corazón abierto. Mientras mis dedos delinean tu oreja, trato de llamar la atención de tu mirada perdida en el horizonte. Tenes miedo. Con el tiempo aprendí a leerte. Me quedo en silencio admirandote. ¿Alguna ves pensaste lo tierno que sos? Estas aprendiendo a poetizar la vida y a poner en palabras eso que no sale en la práctica. Yo le sigo dando caricias a esa cabeza que te tortura y te lastima. ¿Quién te enseñó a ponerte tanta presión? En tus palabras encuentro consuelo al darme cuenta que hay alguien que piensa parecido a mí. Me devuelve la esperanza saber que aún hay soñadores en el mundo. En tus abrazos encuentro calma, y esa sin intención tan intencionada, de sintonía, de palabras. Me transmitis tanta calma que me adormeces, en una realidad donde se me exige estar despierta todo el tiempo. ...

El meteorito de los dinosaurios que colisionó nuestro amor

  Tomé la lapicera y un par de hojas, y salí al balcón. Cientos de recuerdos se vislumbraban en mi mente. El frío de la noche abrazaba mi piel y su oscuridad arrasaba mi vista. Y con la luz de la luna iluminando mi mesita, respiré profundamente llenándome con el aire frío, pero nuevo, que las sombras me traían. Miré las estrellas una última vez antes de centrarme por completo en la hoja que tenía delante. Entonces comencé a dejar que mi mano escribiera por sí sola, dejando salir todas mis emociones: Querido Daniel: Escribo esto para recordarte. Para recordarte que te amo. Para recordarte que no sé qué haría sin vos en mi vida. Aún se me viene a la cabeza el día que comenzamos a salir, ya van varios años de eso. Son curiosas las vueltas de la vida, ¿no?. Vos ahí, en un boliche de Buenos Aires, y yo llegando a ese mismo boliche también (no más que por pura casualidad), demasiado emocionada porque era la primera vez que salía de mi ciudad. Era la primera vez que salía de Rosario. ...

Versos de plata de una nación viva

 Aún en su época más oscura Los pañuelos en la cabeza, la memoria viva, de la tierra de plata, que lloraba su historia, su esencia sentida. La cordillera guarda en su silente abrazo los recuerdos marcados por el tiempo, y la costa une lazos, fiel lazo, en el mapa del alma, en cada sentimiento. El campo santafesino donde su abundancia hace su leyenda, con el loto, el tango y el mate, describo en versos la gran Nación Argentina. La que lucha y no perdona, mucho menos olvida; esa es una palabra que los argentinos dan por desconocida. La Argentina es su memoria, su pueblo, y su cultura. El refugio de inmigrantes, la esperanza del tano, el escape del judío, y la sangre del originario; Testimonios vivos de su espíritu bravío. Oh, Argentina, Tierra de plata, regálame un segundo más en tu calma pampeana. regálame un minuto más En tu cordillera amada. Y una hora frente al verdadero mar de plata. Por siempre mar de plata, déjame caminar por tus versos enamorarme de tus curvas de tus melodías...

La esfera del enojo

No sé qué escribir, así que recurro a la "vieja confiable": la caja de emociones. Es extraño pensar cómo en un comienzo tenía una caja llena de emociones por escribir. Hoy ya van quedando pocas; las examino con cautela, son esferas perfectamente redondas, brillantes y limpias. Si bien cada una tiene un lugar, a veces juegan a mezclarse entre sí. Antes de tomar alguna, reflexiono sobre cómo serán las cajas de emociones de los demás, ¿serán cubos?, ¿tendrán más o menos emociones que yo?, ¿son todas iguales? Como todos los sábados, llego a mi patio y me siento bajo la sombra del Limonero para canalizar aquello que todavía no pude sacar. Pero antes de acomodarme, desentierro la caja de emociones. Tuve un entrenamiento regular: más mal que bien. Y debo reconocer que un poquito me enojé. Así que agarro esa esfera: la del enojo. La miro y la vuelvo a mirar. Odio la humedad, y hoy hay mucha. Me siento enojada, esta noche es el quince de una amiga y voy a tener el pelo feo. ¿Estoy eno...