La gente y sus palabras son como un látigo en mi piel. Dejan cortes, dejan heridas, dejan recuerdos; y ni siquiera las lágrimas mágicas de cualquier unicornio son capaces de cerrar los cortes que el látigo abre sobre mi piel.
Sé de algunos que son su propio látigo, y en este caso, las mariposas llegan a ayudarlos.
Cuando la herida es muy profunda, puede asomarse el alma. Que si recibe ayuda, es la única capaz de cerrar las heridas.
Hay veces en las que debemos tocar el alma, pues las heridas no cicatrizan y el látigo podría dañarla. Miremos nuestras almas, cerremos heridas, y procuremos no ser látigos...
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