Érase una vez un palacio hecho de azúcar, a donde todos querían ir. Pero para llegar había que emprender un largo viaje.
Algunos lo llamaban recorrido, otros travesía. Hay quienes, por supuesto, preferían no ponerle nombres.
Nunca entendí por qué todos querían llegar así, es decir, azúcar puedo comprar en el supermercado, ¿o no? Se rumoreaba que en ese palacio había ángeles que curaban cosas con varitas, pero qué errada está la gente, pues esas son las hadas.
Como no sabía para dónde ir, seguí al resto; conocí a un grupo de chicos con quienes compartí 11 bellos años. Después nos tuvimos que separar, pero me encontré con un grupo de chicas con quien ya voy compartiendo 2 lindos años, que aparentan a ser 3 más, o sea, 5 en total.
En mi camino no hay senderos, pues yo los construyo. Busco el palacio, pero no sé bien por qué.
El camino es indefinido, pero no infinito; ya que vi a algunos abandonar el recorrido.
Hoy iba pasando por una playa nublada donde no se podía ver el horizonte, y decidí que era momento de ponerle título a mi recorrido. Le puse: V.I.D.A. Es decir, Verde Isla De Azúcar. Si no puedo llegar a ese extraño palacio de azúcar--pensé mientras le hablaba a las olas--¿Por qué no mejor construir mi propia isla del dulce elemento?
Y si no hay azúcar, puedo por un par de veces, usar edulcorante. Cambiar no hace tan mal después de todo...
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