Revolví los cajones y me encontré.
Y cuando me encontré me volví a perder, ¿qué estaba pasando? Me sentía ese par de medias que nunca encuentra su compañera, que quizás se perdió en el lavarropas.
Me busqué de nuevo, sin resultados esta vez. Perseveré.
Mira abajo la cama. Nada ahí tampoco.
Capaz adentro la alacena, pensé. Pero menos, ¿quién se escondería entre los vasos?
Pensé y pensé, ¿me habré olvidado en la escuela?
No creo, estaba segura que había revisado todo antes de irme el viernes.
¿En el bolso de los patines? Me fijé; tampoco estaba ahí.
Abajo la almohada, en el escritorio, entre los libros, adentro un cuaderno, ¡nada!. No estaba por ningún lado.
No me encontraba, no me encontré, ¿alguna vez lo había hecho verdaderamente?
Rendida me tiré sobre la cama, e imaginé que el techo era el cielo nocturno cubierto de estrellas. Hablé con ellas, y me dijeron, que en un mundo de constante cambio y evolución, encontrarse a uno, es una ilusión...
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