El mundo es simplemente un alarido.
Lo primero
que oigo cada mañana es el ruido de mis pestañas despegandose del párpado
inferior.
Luego la
alarma. El chochar de las tazas en la cocina. El pajarito, pero sólo si es
sábado y son entre las 8 y las 9 de la mañana.
Los
primeros buenos días y las primeras frustraciones matutinas.
No hay agua
fría, la leche está vencida.
Respiro.
Grito
internamente.
El mundo
es simplemente un alarido.
Repito una
y otra vez lo que no me tengo que olviadar. Esa definición que estaba en
violeta para sociología, el tupper con la comida, de llevarle el libro a…
¡AY!
Me quemé la
lengua al llevarme la taza a la boca. Pensé que con eso callaría los pensamientos
internos. Pobre ilusa.
El mundo
es simplemente un alarido.
En la calle parece no haber vida. Es muy tarde para los del club de la 5 de la mañana, y es muy temprano para los que trabajan freelance.
Prendo la
radio. Nada.
Está todo en pausa. Sigo escuchando mis gritos internos.
Abro la ventanilla.
El viento de los autos fugaces que pasan a mi lado me despeinan.
Shhh.
Llego a casa. Lo abrazo.
El mundo
era simplemente un alarido. Y ahora es casi perfectamente silencioso.
Salvo por
el latido de nuestros corazones que chocan como las tazas a la mañana; que
queman como el primer sorbo de café, que despeinan la ecuanimidad interna ante
encontrarnos una vez más, ¿quizás la última? ¿Quién cree en el felices por
siempre?
Cuesta
despegarse. Es como si rasgaran fuera de tiempo una nota en una melodía
perfecta del violín. Los oídos duelen de la misma forma.
El mundo
es solamente un alarido.
Y mi
corazón grita de agonía ante tener que despegarme una vez más, y mi mente llora
desolada ante no poder callar los alaridos impuestos por el mundo.
Espero ese
instante de silencio con ritmos de tambores cardíacos todas las semanas. Hasta
que llega. El mundo se frena, y luego, retoma su griterío cotidiano al cual
sólo puedo adaptarlo a los ritmos de mi corazón para poder espaciar más los
compases para intentar retener ese momento de silencio y paz interna que tanto
deseo, y que el pajarito de las 9 de la mañana pareciera no querer cederme.
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