Sentada al solcito, al borde de la pileta, con un jugo de naranja en la mano; rememoro todo lo que fue y hoy ya no es.
La reflexión metamórfica propia del otoño, me muestra que el cambio sigue siendo lo único que no cambia.
Porque somos verbos. Verbos que en un pretérito pluscuamperfecto son complejos de comprender, y que en un futuro parecen ser más sencillos. Verbos que se conjugan con el andar de la sintaxis característica del día a día.
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