Mensaje, llamada, ¿cómo estás?, aconsejar.
El ciclo que se repite tantas veces esos
oscuros días de madrugada.
Expectante a una respuesta, sin saber si la
otra persona cometió alguna locura o no.
Rezar, estresarte, ¡pero mantente en calma!, pues
a la otra persona así no la vas a ayudar.
No llores, no te estreses, no opines, escucha y
aconseja, la salud mental de la otra persona es tu responsabilidad.
Vamos, escríbele, ¿y si no está bien?, ¿y que
tal si cometió alguna locura?. ¡Pero tampoco sobre pienses, que así no la vas a
ayudar!
No interesa si tu estas mal, pues la salud de
la otra persona es tu prioridad. No eres médico o profesional, pero al ser su
amigo la debes ayudar.
Silencio; escúchala llorar, ya verás como todo
pasará.
Y aunque tu pidas ayuda por ella, siempre te
dirán, “ya se le va a pasar” o, “son cosas de la edad”.
Pero autolesionarse, no querer comer, tener
ataques de ansiedad, ¿son realmente “cosas de la edad”?
¿O simplemente son temas que con los adultos no
se puede tratar?
No importa tu salud mental, tu solo saca buenas
notas ya que es tu única responsabilidad.
Tu vida no es difícil, no te puedes quejar.
Frases como esas siempre te dirán, deberás
contener las lágrimas y luego echarte a llorar en algún otro lugar.
Ya se pasará, en todo caso escríbele a tu amigo
“psicólogo”, que siempre te escuchará. Pero también pregúntale por su salud
mental.
Porque detrás de esos mensajes de
ayuda para ti, hay una persona que experimentó situaciones similares, pues si
no, ¿sería capaz de aconsejarte así?
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