¿Hay que agradecer para ser dichosos? Porque yo todas las mañanas agradezco poder sentir(me) un día más; pero no todas las mañanas me siento dichosa. tengo la teoría que la dicha y la gratitud algún día estuvieron juntas, pero hoy ya no. La gratitud es un pájaro libre que alza su vuelo sobre los celestes cielos y los morados atardeceres. A la dicha le gusta esconderse. A veces en las pequeñas cosas, otras en las más grandes.
Se suele esconder abajo de la almohada, porque adora aparecer en los sueños, para que al despertar comencemos con otros ánimos, y quizás la encontremos en otro lado.
La dicha es permanente en el tiempo, pero inestable en el día a día. Siempre está, sólo hay que ponerse los lentes para ver de cerca y ahí estará. Está entre las hojitas de la yerba del mate, en el Sol de invierno, y en las charlas con budín y con la abuela.
La dicha está en compartir con el otro. El descubrir y el descubrirse; porque al fin y al cabo, ¿qué somos sin el otro y sin las etiquetas?
No hay recetas para ser uno, ni para ser otro, y mucho menos para la dicha.
Yo a la dicha la encontré en la Historia y la escritura, y un día me dijo al oído que ella está en todos lados, sólo que nos hace falta abrir más el corazón, para que ella pueda entrar y encontrar otro hogar.
Vos, ¿la dejarías entrar? ¿O preferís descubrirla en el camino y que nunca llegue a un final?...
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